martes, 1 de junio de 2010

YO NO CREO QUE

Yo no creo que mamá no me quisiera. Creo algo aún peor.
Yo creo que mamá quería que fuese... otra.
Que fuese ella, tal vez.
Que me pintara los ojos con sombra color celeste,
que me pusiera tacos, que usara más escotes.
Que caminara derecha.
Todo esto era de lo más contradictorio
con los mensajes que me enviaba a lo largo del día.
Mensajes que lejos de ser subliminales
eran tan directos como una bombita de carnaval
impactando sobre mi espalda.
Empezaba por el respeto. Que tenía que hacerme respetar, que el respeto no se pide, se impone. Que no me dejara tocar, que no permitiera que me desabrochen la camisa... Que mejor... no me pusiera camisa...Que no la hiciera quedar mal...


Creo entender a la distancia que mamá tenía miedo. Quería que me esforzara en ser atractiva y que a la vez fuese intocable. Todo resultaba muy confuso y se me era comunicado con frases incompletas, arqueo de cejas, revoleo de ojos, mohines incomprensibles. Pilas de intenciones disfrazadas y todo para qué? Para preservar el honor de la familia. Lo cierto es que lo consiguió.
Salí acomplejada y bastante confundida, lo cual, como método anticonceptivo resultó ser mucho más efectivo que el que proponía mi madre. Mis complejos llegaron a ser tan intrincados que empecé a creer ciertas cosas. A creer que tenía más que ver con el reino vegetal que con el animal. Y por tanto aprendí a desarrollar ciertos mecanismos de defensa infranqueables, como actitudes en forma de espinas, miradas venenosas...frases y pensamientos mal olientes. Mis confusiones me tornaron en una maleza enmarañada con un sentido del humor ácido y poco atractivo para los chicos que intentaban acercarse a más de un metro de distancia.
Tal siguió siendo mi desconcierto ante los nuevos planteos de mi madre que entre los 14 y los 16 años supuse que era de otro planeta. Entonces por las noches me paraba en medio del jardín con los brazos extendidos y los ojos entrecerrados... intentando establecer alguna comunicación con quienes asumí debían ser mis verdaderos progenitores: los extraterrestres. No encontraba ninguna otra explicación a las insalvables diferencias entre ella y yo.
¿Cómo era posible? Si esta era mi madre y me trataba como a un ser de otra especie...la única respuesta era entonces...que yo debía pertenecer a otra especie. Y que por error, por algún extraño experimento o para imponerme alguna clase de penitencia...esos seres me habían depositado allí...en este bendito planeta, y de todas las madres...habían eligido a ésta... a modo de castigo.
Lo cierto es que nunca vinieron a buscarme. Les pedí perdón. Les pedí perdón de todas las formas posibles a mis progenitores extraterrestres. Por cualquier daño o situación que por mi culpa se hubiese sucitado, aunque ni siquiera recordara haberlo hecho.
Hasta hoy no he recibido respuesta alguna.
Aún sigo intentando averiguar...de dónde vengo.

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