miércoles, 10 de noviembre de 2010

HOY PENSABA

Mientras una hormiguita trepaba por mi pantorrilla. Ella con su objetivo tan claro escalaba por la montaña de mi pierna y recorría sin visibles dubitaciones mis olores y mis lunares. Yo convertida de pronto en paisaje desconocido de textura inclasificable para un mundo de antenas. O tal vez no. Tal vez era yo la que  montaba sobre el trepidante caminar de esta hormiga, intentaba aprender a alcanzar mi próxima cima.

lunes, 4 de octubre de 2010

LOS HUMORES DE PAPÁ 13

Papá se acerca haciendo ruido con sus pantuflas mientras
escribo en mi notebook...psh, psh, psh...y me pregunta...
-  Usted cómo se llama?
-  Clemencia, le contesto.
-   Aaaah, mi hija preferida también se llama Clemencia!
-  Ah, no me diga. Y cuántas hijas tiene usted?,  le pregunto yo.
-   UNA! me contesta él.
-  Qué coincidencia, le digo entonces.
Y él agrega…
Sí, no? Vivan las coincidencias!

LOS HUMORES DE PAPÁ 12

Papá dice...
- Hoy está nublado.
- Sí, papá".
Y me pregunta...
- Fuiste vos?
- Yo, qué?
- ¿La  que contrató a las nubes?
-  No, papá, yo no fui.
-  Mmm, qué lástima. Porque te iba a pedir que les digas que ya se pueden ir.

sábado, 18 de septiembre de 2010

VIVO MURIENDO

Vivo muriendo de pena. La que me somete a esta experiencia magnánima con un pobre par de retinas. Un apéndice nasal cien veces inferior al de mi perro, dos dedos que señalan, cientos de papilas corrompidas por el entrenamiento de la cultura y estos oídos. Decodificadores de intenciones y expertos en dejar escapar los sablazos del viento.
        Quiero deshacerme de estos instrumentos subjetivos. Torpe. No merezco seguir deambulando entre sentidos que reflejan la imagen y semejanza del engaño.

Agonizo. Poco a poco el sometimiento constante de mi mente al sistema cerrado de símbolos, a la gama finita de matices, esta licuando mi ingenuidad.
Ya no soporto la negrura descomunal envuelta en el límite de mis visiones.

SERMÓN


Solté una carcajada después del amén. Sus sermones me producían un efecto tan siniestro  que  llegué a creer que estaba poseída. Cuando nos llamaba a la austeridad, sentía deseos irrefrenables de ahogarme en la gula. Y si intentaba inspirarnos a amar, al regresar a casa me detenía en cada una de las almas de mi cuadra y las desollaba vivas.
Cuando el último gorjeo de mi risa se apagó, él giró la cabeza como la de un soldado ruso y me quemó con sus pupilas. Después se esfumó por la puerta de la sacristía.
Una charla intrascendente nos entretuvo a la salida hasta que alguien dijo, “Se hace tarde”, y nos obligó a partir.
El grupo se disipaba de a poco con sus bicicletas inglesas, mientras  yo luchaba por liberar el candado de la mía. Entonces apareció de la nada vestido de civil. Y con una furia que aún hoy me aniquila, me arrastró seco de palabras hasta una pared sin revoque y me besó hasta hoy.

viernes, 10 de septiembre de 2010

LOS HUMORES DE PAPÁ 11

- Qué querés comer para el almuerzo, papá?"
- Mmm... 3568 granos de arroz con manteca y queso.
- ¿Los vas a contar vos?
- No, no tengo calculadora.
- ¿Entonces?
- Entonces me los como sin contar y listo.

HUMORES DE PAPÁ 10

Escucho que se acerca. Yo a veces me escondo para escribir porque me mira con insistencia y me distraigo. Me encontró.
- Ah, estás acá!
Viene y me acaricia la cabeza.
- Sí, estoy escribiendo, papá.
Le sonrío y vuelvo a posar la mirada en la pantalla de mi computadora. Cuando no lo miro él me saca la lengua y me hace pito catalán.
- Vos me sacaste la lengua, papá?
- Yoooo? Nunca.
Vuelve a acariciarme y sonríe. Retiro la mirada y me saca la lengua otra vez y así seguimos un rato hasta que se cansa y se va.

domingo, 5 de septiembre de 2010

LOS HUMORES DE PAPÁ 9

 Le pregunto...
- Pápá, te vas a bañar?
Me contesta...
- Y vos decís que no me voy a disolver?
- No, papá.
- Ah, bueno entonces sí.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

LOS HUMORES DE PAPÁ 8

- Hasta cuando me voy a quedar en tu casa?

- Hasta el 4 de septiembre, papá.

- Ah, entonces tu casa se va a quedar sin mí después del 5?.

- Sí, papá.

lunes, 30 de agosto de 2010

LOS HUMORES DE PAPÁ 7

Hoy es un día ventoso.  Papá mientras toma el desayuno siempre observa los arbustos que se ven desde la ventana y te cuenta si se mueven o no las hojas. Cuando el aire está calmo hace comentarios al estilo de ...qué increíble...no se mueve ni una sola hoja. Día tras día a la hora del desayuno, soprendentemente los arbustos están siempre quietos y papá observa el hecho y lo nombra. Pero hoy se sacudían de manera inusual y a pesar de que él no oye el viento debido a su sordera...el fuerte viento se hizo visible doblegando las ramas de un lado a otro. Y me llamó mucho la atención que papá no dijera nada al respecto

- No decís nada?
- Sobre qué?
- Mirá los arbustos, papá. Siempre me  decís que no se
  mueve una sola hoja, pero hoy...
- Ah, sí. Ya los ví. Se están moviendo como locos.
- Y porqué?
- Y ...debe ser el cumpleaños de alguno y están festejando.
- Sí. Puede ser...pero además el viento está soplando  
  fuerte! Te  gusta el viento papá?
- Mmm...me gusta más la calma...  pero cuando  remonto 
  un barrilete me gusta muchísimo.
- A mí también, papá.

domingo, 29 de agosto de 2010

LOS HUMORES DE PAPÁ 6

Hoy le serví el desayuno tarde. Me quedé dormida. Y fui llevando las cosas a la mesa de a poco, en tandas. Finalmente creí que ya estaba todo y me senté. Pero papá miró su té y me dijo:
- ¿Tiene un poco de jugo de vaca para mi té?
- Ay, sí, papá. Me olvidé de echarle un chorrito de leche! Ahora la traigo.
- Muchas gracias para usted y para la vaca, eh.
- De nada, papá.

sábado, 28 de agosto de 2010

LOS HUMORES DE PAPÁ 5

Querés tomar algo, papá?
- Sí, un té caliente y bien mojado, por favor!
- Bueno, ahora te lo traigo.
- Gracias.

LOS HUMORES DE PAPÁ 4

Estaba agarrando las llaves del auto, mi cartera y papá me pregunta...
- Adónde vas?"
- A llevar a Justina al colegio.  Tiene un examen.
  A lo que papá responde...
- Ah, pero no te olvides de volver, eh?"

LOS HUMORES DE PAPA 3

Sobre mi gata...
- Decime...tu gato es mujer?.
- Sí, papá.
- Y porqué está llena de bigotes?

LOS HUMORES DE PAPÁ 2

Veníamos en el auto. Una de las calles que nos lleva hasta casa está toda emparchada y desnivelada por lo que se siente como viajar en una licuadora. Papá entonces me dijo:
- Cuando quieras, vengo con una plancha, lo plancho y te 
  dejo todo el camino lisito! Querés?
- Sí, me encantaría, papá.

LOS HUMORES DE PAPÁ 1

Se quedó a dormir una amiga de mi hija Emilia en casa. Se levantaron a la mañana y papá estaba como siempre en su sillón favorito leyendo el diario. Cuando Emilia y su amiga lo saludaron, papá le preguntó a su nieta por esa chica de pelo largo que no conocía ...
Y ella quién es? .
Es una amiga del colegio, Ato.
Ahhh…y te salió muy cara?

martes, 3 de agosto de 2010

LOS HUMORES DE PAPÁ

La teoría de los cuatro humores sostenía que el cuerpo humano está lleno de cuatro sustancias básicas, llamadas humores. Líquidos, cuyo equilibrio o desequilibrio indicaba el estado de salud de la persona. Así, todas las enfermedades y discapacidades resultarían de un exceso o déficit de alguno de estos cuatro humores. Estos fueron identificados como bilis negra, bilis, flema y sangre. Cada uno de los cuatro humores aumentaba o disminuía en función de la dieta y la actividad de cada individuo. Cuando un paciente sufría de superávit o desequilibrio de líquidos, su personalidad y su salud se veían afectadas.


Papá se ha enfermado de la memoria.  Su dieta cambió y ahora come muy poco. Y no se cuál es el fluido que aceitaba sus recuerdos. Sólo se que se esta acabando. Como La Nada que devoraba al Reino de Fantasía en La Historia Sin Fin, su mundo se está desvaneciendo de a poco. No son más de siete cosas las que guarda en su memoria y alterna en sus conversaciones. Su sordera lo aisla aún más de mí, pero no de los árboles, las nubes ni del viento a quienes admira y describe. También recuerda a su caballo y, a Perico, un lorito hablador que vivía en su caballeriza. Recuerda el orfanato donde se crió y algunas mañanas en el monte.  Y algo que me llama mucho la atención de su nuevo estado, es que su  humor simple y juguetón se ha acentuado. Si le digo que los mojones de la ruta se ubican  cada un kilómetro me pregunta... y los secones también?. No recuerda en que mes o día estamos entonces yo le digo: es domingo papá... y él sonriente dice: todo el día?
Dejó de pedirme tés mojados y que le compre una espalda nueva en la farmacia. Pero dice que se va a comer a mi gato con papitas y morrones al horno. Cuando en silencio compartimos tardes en el living, él se oculta detras de su diario y jugamos a las escondidas mientras yo escribo en mi notebook. Un nuevo padre está aflorando del desequilibrio de fluídos en su cuerpo. Un padre al que entiendo más y juega conmigo más que cuando era chica. Un padre que borró de la memoria todos los dolores y sólo recuerda que soy alguien con quien jugar y compartir los humores del hoy que es lo único que retiene con sus ojos viejos.

lunes, 19 de julio de 2010

ESA SENSACIÓN

El jueves fue un día raro. Había juntado las cosas para llevar. Pero algo me hacía sentir incómoda. Una sensación entre nauseabunda y pinchuda. A veces no se, no entiendo, no puedo, no creo, no tengo. Pero aún sintiéndome así... fui, caminé, hice, di, hablé, acaricié, reí.
Esa fuerza que me mueve cuando nada entiendo y de mí casi todo me da asco.... por suerte no me hace caso... y me lleva hasta ese donde...donde yo sola no hubiera podido ir.

miércoles, 30 de junio de 2010

BAJO SUS PIES

Se despertó como siempre. Con los ojos hinchados y la sensación de haber soñado algo poderoso y de mucho significado para su futuro. Esa sensación de que los misterios estaban a la vuelta de la esquina no dejaba de acompañarla nunca. Tal vez una nube con forma de tetera, la patente de un auto o un cartel en la autopista ocultaban un mensaje enviado por seres de otros planos.
Esa mañana la certeza le impresionó un poco. Se quemó la lengua con el café y no exageró como solía hacerlo. La vida para Ana necesitaba siempre de emociones intensas y sucesos trascendentes. La opción era sentirse viva o desaparecer bajo el agua de la ducha, mirando vidrieras, comprando caramelos ácidos. Mientras se cepillaba el pelo decía: soy Ana. Y cuando iba en bicicleta al colegio repetía: soy Ana. Nombrarse era una manera de estar ahí, presente. Existir, existir como si el resto del tiempo que no se nombraba hubiese hecho algo distinto.
Tan raro era todo sobre la superficie de la Tierra que esa mañana decidió hacer lo que sentía. Buscar respuestas en el sentido opuesto. Si todos miraban hacia arriba ella buscaría abajo. En lo profundo, en las entrañas de un planeta en el que sólo algunos locos habían reparado.
Nada sobre la superficie la atraía lo suficiente, después de todo.
Ana era un ser solitario que jugaba a ser alumna, a tener amigas, a tomar clases de guitarra, a saludar, a estar viva. La vida para ella era como un gran juego de la oca en el que se desplazaba de casillero en casillero evitando caer en algún obstáculo. O aún algo peor, volver a la partida para empezar todo el recorrido de nuevo.
Compró trece arbustos en el vivero de al lado de su casa. Se proponía armar un semicírculo de follaje en la parte más sombría del jardín. Allí donde alguna vez había volado sobre su hamaca. Cerca del cerezo que nunca florecía, del roble añoso, de la tumba de su perro. En ese rincón tan alejado de la casa que no parecía ser parte de un jardín cuidado por un jardinero. Allí empezaría a cavar. Allí. donde de chica se sentaba a esperar que llegaran las tormentas soñando que vivía sola bajo un paraguas gris con un zorzal que la miraba desde una rama como su único testigo.


CONTINUARÁ

martes, 22 de junio de 2010

EL VELORIO DE MAMÁ

A los nueve años mamá me decía cosas como ésta.
Que el día que ella muriese
me iba tocar encargarme de ciertas cosas.
Papá y los varones arreglarían
lo del entierro, y yo,
de que ella en el velorio se viera... linda!
Sí. Por ser la menor y la única mujer,
en la repartija de deberes filiales el día de su velorio, me había tocado
la espeluznante tarea de... "arreglar" a mamá!
Antes de que llegara la gente a contemplarla, yo debería seguir una serie de pasos. Primero, me encargaría de que le pusieran el camisón blanco con cuellito de encaje. En segundo lugar debía ocuparme de su peinado. Ponerle el rulero mas chiquito de la bolsa de los ruleros en el flequillo. Batirle después el pelo con el peinecito de cola, inclinando el peinado hacia un costado, preferentemente hacia la derecha. Además debía rociarlo todo con spray en caso de que alguna corriente de aire entrara al cuarto y pudiera despeinarla. Más tarde procedería a pintarle las uñas con el esmalte Wild Rose de Revlon. Mientras sus uñas se secaban le aplicaría un poco de base suave de Mary Kay, algo de rubor en las mejillas, el más claro de todos y sobre los labios el rouge Pale Peach de Helena Rubinstein. Pero para los ojos...nada de sombras. Era inadecuado.
Las sábanas elegidas para el evento estaban en el segundo estante del placard del pasillo. El juego de motitas que había comprado durante algún verano, en Florianópolis. Debía armar la cama, con esmero, cuidando de que no quedaran arrugas sobre la superficie. Armaría unos ramitos silvestres juntando flores del jardín que luego colocaría en cada esquina de la cama. Después con ayuda de alguien debería acomodarla como sentada sobre las dos almohadas de plumas, como para que pareciera dormida sobre el lecho que en vida compartiera con mi padre.
Es una buena noticia que para cuando mamá murió, yo ya no era una niña.
Las extrañas circunstancias de su muerte, además, se interpusieron en sus deseos.
Nunca llegué a ver su cuerpo quieto. Jamás pude cumplir sus detallados pedidos.
Pero aún así en mi mente...cada vez que cierro los ojos antes de dormirme... puedo verla.
Muerta y linda como ella hubiese querido.

martes, 1 de junio de 2010

YO NO CREO QUE

Yo no creo que mamá no me quisiera. Creo algo aún peor.
Yo creo que mamá quería que fuese... otra.
Que fuese ella, tal vez.
Que me pintara los ojos con sombra color celeste,
que me pusiera tacos, que usara más escotes.
Que caminara derecha.
Todo esto era de lo más contradictorio
con los mensajes que me enviaba a lo largo del día.
Mensajes que lejos de ser subliminales
eran tan directos como una bombita de carnaval
impactando sobre mi espalda.
Empezaba por el respeto. Que tenía que hacerme respetar, que el respeto no se pide, se impone. Que no me dejara tocar, que no permitiera que me desabrochen la camisa... Que mejor... no me pusiera camisa...Que no la hiciera quedar mal...


Creo entender a la distancia que mamá tenía miedo. Quería que me esforzara en ser atractiva y que a la vez fuese intocable. Todo resultaba muy confuso y se me era comunicado con frases incompletas, arqueo de cejas, revoleo de ojos, mohines incomprensibles. Pilas de intenciones disfrazadas y todo para qué? Para preservar el honor de la familia. Lo cierto es que lo consiguió.
Salí acomplejada y bastante confundida, lo cual, como método anticonceptivo resultó ser mucho más efectivo que el que proponía mi madre. Mis complejos llegaron a ser tan intrincados que empecé a creer ciertas cosas. A creer que tenía más que ver con el reino vegetal que con el animal. Y por tanto aprendí a desarrollar ciertos mecanismos de defensa infranqueables, como actitudes en forma de espinas, miradas venenosas...frases y pensamientos mal olientes. Mis confusiones me tornaron en una maleza enmarañada con un sentido del humor ácido y poco atractivo para los chicos que intentaban acercarse a más de un metro de distancia.
Tal siguió siendo mi desconcierto ante los nuevos planteos de mi madre que entre los 14 y los 16 años supuse que era de otro planeta. Entonces por las noches me paraba en medio del jardín con los brazos extendidos y los ojos entrecerrados... intentando establecer alguna comunicación con quienes asumí debían ser mis verdaderos progenitores: los extraterrestres. No encontraba ninguna otra explicación a las insalvables diferencias entre ella y yo.
¿Cómo era posible? Si esta era mi madre y me trataba como a un ser de otra especie...la única respuesta era entonces...que yo debía pertenecer a otra especie. Y que por error, por algún extraño experimento o para imponerme alguna clase de penitencia...esos seres me habían depositado allí...en este bendito planeta, y de todas las madres...habían eligido a ésta... a modo de castigo.
Lo cierto es que nunca vinieron a buscarme. Les pedí perdón. Les pedí perdón de todas las formas posibles a mis progenitores extraterrestres. Por cualquier daño o situación que por mi culpa se hubiese sucitado, aunque ni siquiera recordara haberlo hecho.
Hasta hoy no he recibido respuesta alguna.
Aún sigo intentando averiguar...de dónde vengo.

martes, 11 de mayo de 2010

ROTONDAS

Calesitas del infierno. Todos girando, desde la derecha o la izquierda a fuerza de meter la trompa del auto hasta el cuadril de la curva! Caballos con ruedas que no suben ni bajan pero que arremeten y frenan . Todos enojados, rugen bocinazos, gestos obscenos, ceños fruncidos, palabras impúdicas. Los conductores mutan en poseídos que vociferan por lo que dura el trance de la vuelta.
Y el manual del curso de manejo que decía? Qué importa.
Ahora lo que vale es el yo primero. Yo soy más vivo o más fuerte. Vale el no te miro, el yo primero, el yo primero, me atravieso. Vale el soy más grande, más nuevo. Y me vuelvo trampa, corto la circulación, no te miro, no te escucho, te ignoro, falta poco, vamos, vamos, quiero salir, yo primero...entonces no te miro, no quiero, no puedo... por que si te mirase por un instante a los ojos, si te diera un lugar y fueras una cara en mi alma...correría el riesgo de volver a ser humano...y eso...prolongaría la estadía en este círculo maldito.

miércoles, 28 de abril de 2010

NO SE TE OCURRA

No se te ocurra irte de este mundo sin antes responder a todas mis preguntas. Quién era tu padre? De qué murió? Porqué me hablás de podar la hiedra cada vez que intento averiguar su nombre? Me dijiste que era soldado. Y tú mamá?
Si, ya sé que te protegías pero no sé de qué. Sabías que yo invento las partes de tu historia que desconozco?. Por mucho tiempo le dije a mis amigas del colegio que mi abuela era enfermera en el Hospital Británico. Y ahora me entero de que era institutriz en una casa acomodada de Barrio Norte.
Qué estás haciendo? Abrí ya mismo los ojos. No se te ocurra morirte en este instante.
No te grito, papá.
Tengo miedo de que te mueras y te escapes de mi para siempre.

DURANTE MIS ENOJOS ESCRIBO

A veces creo que es idiota. Un tipo particular de idiota que cree que algo sabe, que algo entiende. Y no estaría mal si fuera una idiota auténtica. Pero no, nada de eso. Ser idiota requiere de un grado de concentración y de congruencia que no le es posible practicar con su cerebro amueblado de conclusiones prestadas. Ser un idiota conlleva una estética tanto de los pensamientos como de las vacilaciones. Y ella nada de eso tiene. Entonces me pregunto y si ni idiota puede ser…debe ser alguna otra cosa. Un pedazo de nada que se las da de idiota sin siquiera saber que ni a eso se atreve.

PENSOTECA

Nunca me dijeron que no podía decir ciertas cosas. Decir que los pies inmundos son inmundos. Decir que mi abuela dejaba los azulejos del baño impregnados de olor a cola.
Mi madre vigilaba mucho más mis acciones que mis pensamientos. No te comas los mocos, no metas los dedos dentro del puré, no hagas burbujas de baba, no te chupes los botones del saco, no digas eso. Nunca me dijo que no pensara.
Pero yo además de pensar lo que pensaba necesitaba nombrar. Hablar de lo obvio, denunciar, decir. La fealdad, por ejemplo. Lo feo me aterraba y me atraía con la misma intensidad. Y quería compartirlo. Los cuerpos humanos y sus deformidades. Y mucho más que cualquier otra parte visible del cuerpo, los pies feos me provocaban arcadas. Y una especie de fascinación lindante con la tortura, debo reconocer. Bocas con dientes apilados, lenguas verdes y verrugas con pelos ocupaban el segundo lugar en esta clasificación nunca dicha o escrita. Estos eran pensamientos que claramente yo identificaba como inconfesables. Como si pensar fuese un oscuro crimen que yo sola sabía que había cometido.
Pensaba. Pensaba cosas acerca de la deformidad y la inmundicia. Pensamientos obscenos que, al no poder decir, iba guardando, uno a uno, sobre los estantes de un raro mueble de mi mente al que denominé la pensoteca.

sábado, 6 de marzo de 2010

OBJETOS PERDIDOS

PRIMER ENTREGA

Antunes salió de su casa de la calle Cambaceres 148, timbre A, con prisa. Una prisa inquietante. Como el tipo de urgencia que se tiene al llevar al insolente de la clase hasta la oficina de la directora. De una oreja y con los pies en punta. Como volando.
Antunes era un hombre de pocas palabras, pocas pulgas y pocas luces. Sus días transcurrían uno tras otro, monótonos, sedientos de algún sano sobresalto.Vivía solo con su gato y un escobillón con el que hablaba cuando barría el patio. Su madre y sus dos hermanos habían muerto en un fatal accidente al cruzar la vía cuando él tenía diez. Una vaca cayó de un camión jaula y los aplastó. De su padre, sólo silencio y cejas arqueadas. Después del triple entierro Antunes se fue a vivir con su tía Dora. Costurera, soprano y chupa cirios. Antunes duró poco con ella. El timbre de voz de Dora y su afición al acordeón tuvieron funestas consecuencias en un muchacho hermético y con sensibilidad en el conducto auditivo izquierdo. A los pocos días de haberse fugado lo encontraron comiendo raíces en un campito cercano. No hubo forma de convencerlo de que volviera con la tía acordeonista, devota de San José de Cupertino. El cura párroco lo albergó hasta los veintiuno, edad en la que cobró la herencia materna con la que compró la casita de la calle Cambaceres.
Antunes cruzó la Avenida Bruselas sin mirar. Un taxi con un par de monjas alemanas adentro por poco lo atropella. “Porqué no mirás cuando cruzás, mamerto”. Ese era el primer nombre de Antunes. Francisco era el segundo. Antunes saludó al taxista confundido. “De dónde me conoce” se preguntó. Revisó el bolsillo trasero de su pantalón sin dejar de caminar: Evaristo Calcagno 2034, primer piso. El empleado del correo le había dicho por teléfono que cerraban a las seis. La señorita del sector de entregas especiales sólo le dijo que era una caja verde, chica, atada con hilo sisal y lacre en el moño . Eran las seis menos cuarto y le quedaban diez cuadras por caminar y una avenida por cruzar.

Sobrevivirá Mamerto Francisco Antunes al cruce de la Avenida Alcaraz?

Llegará a tiempo para retirar la misteriosa caja verde que el correo se negó a entregar en su domicilio?

Continuará

En Busca del Asombro Perdido

SÁBADO 22 DE NOVIEMBRE DE 2008

EN BUSCA DEL ASOMBRO PERDIDO. Primer entrega
Antunes salió de su casa de la calle Cambaceres 148, timbre A, con prisa. Una prisa inquietante. Como el tipo de urgencia que se tiene al llevar al insolente de la clase hasta la oficina de la directora. De una oreja y con los pies en punta. Como volando.
Antunes era un hombre de pocas palabras, pocas pulgas y pocas luces. Sus días transcurrían uno tras otro, monótonos, sedientos de algún sano sobresalto.Vivía solo con su gato y un escobillón con el que hablaba cuando barría el patio. Su madre y sus dos hermanos habían muerto en un fatal accidente al cruzar la vía cuando él tenía diez. Una vaca cayó de un camión jaula y los aplastó. De su padre, sólo silencio y cejas arqueadas. Después del triple entierro Antunes se fue a vivir con su tía Dora. Costurera, soprano y chupa cirios. Antunes duró poco con ella. El timbre de voz de Dora y su afición al acordeón tuvieron funestas consecuencias en un muchacho hermético y con sensibilidad en el conducto auditivo izquierdo. A los pocos días de haberse fugado lo encontraron comiendo raíces en un campito cercano. No hubo forma de convencerlo de que volviera con la tía acordeonista, devota de San José de Cupertino. El cura párroco lo albergó hasta los veintiuno, edad en la que cobró la herencia materna con la que compró la casita de la calle Cambaceres.
Antunes cruzó la Avenida Bruselas sin mirar. Un taxi con un par de monjas alemanas adentro por poco lo atropella. “Porqué no mirás cuando cruzás, mamerto”. Ese era el primer nombre de Antunes. Francisco era el segundo. Antunes saludó al taxista confundido. “De dónde me conoce” se preguntó. Revisó el bolsillo trasero de su pantalón sin dejar de caminar: Evaristo Calcagno 2034, primer piso. El empleado del correo le había dicho por teléfono que cerraban a las seis. La señorita del sector de entregas especiales sólo le dijo que era una caja verde, chica, atada con hilo sisal y lacre en el moño . Eran las seis menos cuarto y le quedaban diez cuadras por caminar y una avenida por cruzar.

Sobrevivirá Mamerto Francisco Antunes al cruce de la Avenida Alcaraz?

Llegará a tiempo para retirar la misteriosa caja verde que el correo se negó a entregar en su domicilio?

Continuará

viernes, 5 de marzo de 2010

PARA PAPÁ

Está flaco. El color pálido en su cara no lo ayuda y a mi tampoco. Sabe quien soy pero no recuerda que ayer también vine a visitarlo. Apoyo el Herald sobre su cama y hago bailar frente a sus ojos la revista de palabras cruzadas que tanto lo entretiene. Ya quiere empezar a completar el primer crucigrama. Se sorprende con la birome que le ofrezco. Una birome violeta con tinta color violeta. La mira mientras la hace girar entre sus dedos arrugados cubiertos de moretones y hace un chiste al respecto. De esos chistes simples y ocurrentes que tanto me asombran: Te la regaló Violeta Rivas?, me pregunta. Y yo me río y saco de mi cartera una libretita donde anoto cada una de sus ocurrencias. Al verme escribir me pregunta si le estoy haciendo una multa por estacionar mal la cama. Sacudo la cabeza y lo admiro y lo abrazo y lo olfateo. Tiene olor a papá. Su colonia de la Franco Inglesa me deprime un poco.
Me mira y se esconde tras la sábana pesada y blanca. Una escondida que dura algunos segundos hasta que se aburre y vuelve al crucigrama.
Cada vez que lo visito me redescubre. Usted es mi hija preferida, me dice. Y después aclara, como si yo no lo supiera, que eso es porque soy la única que tiene. Entonces yo lo imito y le digo...y usted es mi padre preferido y usted ya sabe porqué.
No está contento con ser viejo. Ya me lo dijo. Y haciéndose el gracioso me pregunta si sé donde queda la oficina de quejas para dejar asentado su reclamo. Que ochenta y nueve es un número impúdico. Que alguien debe encargarse de corregir el error de haberlo obligado a llegar hasta esa edad sin su consentimiento. Y yo lo miro. Y lo entiendo.
Por el porrazo que se dio el martes la nariz le quedó torcida y su sonrisa ya no es perfecta. Pero sigue siendo lindo. Que bueno que no trajo su armónica. Está tan sordo que desafina demasiado cuando toca y su música me pone triste. Tampoco insiste en cantar cuando entran las enfermeras. Pero juega a pedirme habanos después de tomar la sopa de arroz sin sal. Y yo le digo que bueno y le doy uno invisible. Y él lo fuma con los ojos entrecerrados.
Le ofrezco un té. Le traje algunos saquitos adentro de un sobre vía aérea. Es inglés y de la variedad que más le gusta. El té le fascina casi tanto como el vino moscato. Lo acepta, me dice bueno gracias pero me aclara que le traiga uno bien mojado.

Y en ese instante me doy cuenta...que este viejo que me hace reír es mi padre, que lo quiero y que está muriendo.

viernes, 12 de febrero de 2010

RARO

Hace calor. Más del que puedo soportar. Entonces abro la puerta y otra vez lo mismo. No entiendo. No entiendo nada, de nada. Qué es un árbol, qué es una hormiga. Quién soy yo. Cierro la puerta y me siento. Qué es un sillón. Me miro los pies. De dónde brotan las uñas. Cómo saben. Porqué no asoman desde el medio del brazo o la rodilla. Suena el teléfono. ¿Teléfono? No contesto. Subo la escalera. Prendo el aire acondicionado. Me ubico debajo de la lengua de aire helado. Cierro los ojos. Escucho ese sonido a vuelo, a máquina, a salvación. La cara se me enfría. Me recuesto y así me duermo hasta que al abrir la puerta vuelva a entender. Algo.

domingo, 31 de enero de 2010

PARA MI PLANTA SIN NOMBRE

No me convenzo de que esté muerta. Insisto. La riego cada mañana, más tarde la corro hasta el cono de sombra que se forma sobre las baldosas cuando el sol se empecina en chamuscarla. Y la vuelvo a mover cuando llueve y desde la canaleta cae ese chorro maligno que come la tierra de su maceta.
No sé su nombre y eso me incomoda. ¿Alegría del hogar, margarita, binca, coral, petunia?. No. Con ninguno se da vuelta.
Era tan linda. Tan etérea, tan lila y tan buena. Convidaba alegre su peluca de pétalos. Y porque un día me olvidé de transplantarla y otro de correrla y otro de regarla y otro de acordarme y otro de quererla…se ha muerto.
Mi planta sin nombre ya no respira, ni fabrica clorofila, ni se abre ni se cierra. Ya no le estallan flores del más pálido lila, ni dibuja redondeces con sus hojas.
Se arrastra gris sobre la tierra húmeda exponiendo sus tallos amarillos a la intemperie.
Albergo la esperanza con disimulo. De que aunque todo indique lo contrario en alguna parte mi planta siga viva.
¿Vas a brotar otra vez? ¿Te estás haciendo la muerta para castigarme por mi descuido?
Querida planta sin nombre, si no es así, quiero que sepas que me duele haberte dejado morir. Porque me di cuenta que aunque en todos estos años haya aprendido a sumar y a restar, a sacarle el hollejo a las naranjas, a depositar un cheque en una cuenta bancaria, a hacer soufflé de queso y una esfera de origami, a no mezclar prendas de colores en el lavarropas… aún no he aprendido a cuidar.