domingo, 1 de marzo de 2009

UNA NIÑA MUY NORMAL (3)

Cuando yo era chica estaba prohibido aburrirse y pensar que tus padres no te querían.
Yo era desobediente. Y lo pensaba.
Es que mamá me decía cosas como…”no se te ocurra tener fiebre o si vomitás fuera de la palangana, te acogoto.
Nunca Nesquick, no. El que se disolvía instantáneamente en la leche entera La Martona. En casa compraban Vascolet. Este cacao era incompatible con la leche. Flotaba sobre el líquido y jamás se disolvía. Al intentar tomarlo yo me ahogaba con la nube de polvo volátil que se generaba dentro de mi garganta. Entonces tosía, escupía y ensuciaba el mantel de hule estampado con peras y ciruelas. Mamá me pegaba furiosa con el repasador a cuadros como hacía con las moscas y me mandaba a mi cuarto.
En primavera me obligaba a ir al colegio con medias can-can a pesar de que las temperaturas de la tarde a veces ascendían hasta los veintisiete grados.
Y me compraba remeras estampadas con tuercas y pijamas de algodón con dibujos de soldados medievales.
A mi me gustaban las de flores lilas con hojas verdes y unas que tenían vaquitas de San Antonio.

“¿Porqué, mamá, porqué remeras de G. I Joe?”

“El día que tengas tus australes te comprarás lo que querés, pero ahora hay que aprovechar las ofertas de mercería La Lucy”

Por todas éstas razones y otras peores que narraré en futuras entregas, es que yo pensaba que mi mamá, a mí, no me quería.

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